La chica que está sentada en frente del cuadro se siente contenta de estar percibiendo la majestuosidad de la pintura, tanto así que decide hacer un fotografía frente a él para no olvidarlo jamás, para sentirse segura que sucedió en algún momento de la realidad y que no fue una ilusión. Aquella muchacha tiene una sonrisa tranquila, su vestuario evidencia que no es oriunda de aquel lugar; por otro lado, el cabello suelto y desordenado demuestra que es una persona descomplicada y despreocupada de su aspecto que hacen juego con los lienzos del cuadro. Asimismo, el aspecto de su rostro evidencia que no tiene ninguna anomalía, salvo el acné que ha sufrido desde la adolescencia, también se observa que presenta ojeras, ella dice que son genéticas por parte de su padre, pero al parecer son rastros de un largo viaje que hizo para conocer al maestro Caballero.
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