Su tío está enfermo, me dijo mi papá cuando llegaba de la universidad; no se comprometa este fin de semana que vamos a visitarlo al batallón. No sé si en otros batallones el centro de salud se encuentre dentro, pero en Bucaramanga es el mismo lugar. El domingo 3 de julio de 2011 llegó con un sol radiante que lo hacía distinto a otros días, tal vez indicando el tiempo de descansar; a las 3:00 p.m. llegamos a la puerta del batallón, en esta estaban soldados en guardia y pasaba un pelotón de ellos gritando una consigna que los alentaba a seguir con su entrenamiento, en ese momento alguien nos pregunta para dónde vamos, requisan el carro, corroboran papeles e información; posteriormente nos indican el lugar para parquear el vehículo.
Al descender del vehículo, encontramos otro pelotón gritando consignas que discriminaba al débil y detrás de este se encontraba un joven que evidenciaba el desgaste físico, sin embargo su superior exigía cuclillas y flexiones de pecho mientras que el grupo de soldados trotaban en su puesto y su compañero se ponía de pie para seguir el camino; mi mamá afirma ¡pobre muchacho! A la vez que, que mi papá reprueba el comentario manifestando que eso le pasaba por “niña” o por desobediente. Caminamos algunos metros y llegamos a una rampla, en la cual pasaba una enfermera con un hombre de 30 años aproximadamente en silla de ruedas sin el miembro inferior izquierdo, esta persona nos mira fijamente y de repente redirige su mirada al frente mientras que nosotros seguimos ascendiendo. Al llegar a la recepción una enfermera nos pregunta para dónde vamos, al lado se encuentran dos enfermeros acomodando pastillas y vasos de agua en una bandeja, uno de ellos dice para quienes son; detrás de nosotros se encuentran personas en ubicación desorganizada en recuperación de enfermedades comunes, virales o heridas de guerra; mi papa responde para la habitación de Omar Moreno.
Este lugar presenta un aspecto de suciedad, de excrementos y secreciones, de tristeza, de olvido; la habitación de mi tío estaba ubicada al lado derecho, en esta se encontraban cuatro pacientes más y un solo baño con olores putrefactos no sólo humanos, sino de abandono. De igual forma, había alrededor de 15 personas en ese cuarto dado que había visitas de los otros pacientes. Entre las personas internadas se encontraba un denominado “retira’ o” que presentaba una estado lamentable, puesto no podía ponerse de pie, por tal razón debía hacer sus necesidades corporales en una “pato”, por ende la estadía en ese lugar era incomodo, por no decir insoportable. Mi tío nos dice que vayamos a fuera dado la incomodidad del lugar, en medio del camino encontramos la misma situación con la diferencia que había un hombre que no comprendía la realidad y al parecer se encontraba en una batalla, el enfermero lucha para que se tome los medicamentos; al final del pasillo fue una luz, un alivio a esa situación; y no sólo para nosotros, sino para mi tío que tuvo una excusa para escapar de la realidad por un momento.
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